“Haciendo la calle” (Streetwalkin´, 1985) es una de las muchas película producidas por Roger Corman en su dilatada, abundante y aún activa carrera (durante 2017 produjo tres películas). Actor, guionista, director y con más de 400 títulos como productor, Corman es un destajista, impulsor de infinidad de subgéneros, creador de xploits siempre a la moda de la época, el momento y las circunstancias del mercado. Pero es también el director de un puñado de excelentes películas: “The Intruder” (1962) , “El hombre con rayos X en los ojos (1963) – película que amo desde niño – o “La obsesión” (1962) ; el impulsor de carreras de directores y actores como Francis Ford Coppola, Martín Scorsese, Paul Bartel, Jonathan Demme, Jack Nicholson o Joe Dante; y por último, podríamos considerarle el único director de cine que ha sido capaz de adaptar con éxito y un sello personal el universo de Edgar Allan Poe.
Entre la innumerable cantidad de géneros y subgéneros que ha abordado Corman como productor se encuentran el western, el bélico, el cine de gánsteres, el terror en sus infinitos derivados, el de espada y brujería, las artes marciales, el cine psicotrónico o derivado del universo de las drogas (en especial los ácidos a finales de los 60), el de moteros, el carcelario, WIP films (women in prision movies), persecuciones de coches, ciencia ficción, dramas de adolescentes, el musical, comedia… El etcétera es tan largo como combinaciones posibles puedan existir a la hora de mezclar géneros. Y,por supuesto, las sex movies o los xploits derivados de temática sexual (erótica).
Corman se apuntó, como no, a este último cajón de sastre temático con varias pelis y ”Streetwalkin´” es una de ellas, una historia que forma parte del grupo de xploits sobre prostitución; filmes que explotan la temática de jóvenes o adolescentes que venden su cuerpo a cambio de un puñado de dólares principalmente en las calles de Nueva York o Los Ángeles. La década de los 80 y principio de los 90 nos regaló una buena cantidad de títulos de este subgénero como la saga de “Angel” (1984) y sus tres secuelas, “Ángeles de la ciudad” (1989), “Hijas de la calle” (1990), “Streets” (1990) o “Sin Piedad” (1992).
La película comienza como un drama realista bastante equilibrado en el que Cookie, que interpreta una jovencísima Melissa Leo, acompañada de su hermano adolescente, deambulan por la Grand Central Terminal de Nueva York. Una llamada telefónica a su madre, nos informa de que han tenido que huir del hogar por culpa de su padre que supuestamente ha intentado abusar de Melissa. La madre no le cree y no quiere saber nada de sus dos hijos: una forma muy “B movie” de marcar el punto de partida dramático de los personajes. Duke, un apuesto joven que merodea la estación, se fija en las lágrimas de Melissa Leo y le hace reír. Ella cae en sus redes. Corte. La siguiente secuencia nos muestra a Melissa ejerciendo la prostitución y felizmente enamorada de Duke, el proxeneta que cuida de ella y de otras chicas. Él las ama y las mangonea en un perfil de personaje que poco a poco se va volviendo loco hasta límites insospechados. Y gracias a esta premisa, la película entra en un torbellino desbocado en la que la directora la va desquiciando secuencia a secuencia para terminar convirtiéndola en un thriller que tiene la noche y las calles de Times Square como principales protagonistas.
Duke maltrata a la compañera de piso de Cookie, otra prostituta que ha decidido colgar el hábito (en este caso la minifalda y la peluca). El maltrato se convierte en una tremenda paliza que deja a la joven en coma en una de las secuencias más duras y trash de la cinta. La joven yace inconsciente tras ser apaleada en el pasillo de su apartamento, aparece Cookie que la estaba buscando. Duke, que aún no ha tenido tiempo de marcharse cuando ve llegar a Cookie, le dice que la quiere y se la cepilla en suelo del recibidor, a dos metros de la compañera que acaba de apalizar hasta dejarla casi muerta. Cuando terminan el acto amoroso, Cookie escucha unos llantos, se levanta y descubre que su amiga está destrozada al final del pasillo. Duke hace ver que no sabe nada, pero Cookie, que hasta ese momento parecía tonta y una especie de princesa de Disney que conseguía el dinero de sus clientes sin tocarles ni la piernas y en fuera de campo, se da cuenta de que su amado chulo de putas es un auténtico salvaje degenerado. Cookie va en busca de la protección de otro proxeneta, un negro elegante y trajeado. Y a partir de aquí la historia se lía definitivamente.
El resto de la película nos regala un sinfín de secuencias puramente xploits que van desde palizas a prostitutas, peleas entre chulos en las que uno de ellos practica kung fu, una secuencia de sadomaso bastante light pero muy divertida, prostitutas colgadas de heroína divagando, robos, persecuciones, asesinatos e infinidad de carteles de peepshows. La historia, que sucede siempre de noche, nos muestra las sucias, degradadas y violentas calles de Manhattan de los 80, la calle 42 y las inmediaciones de Times Square. Unas calles y una atmósfera a las que da forma la elegante fotografía nocturna a cargo de Steve Fierberg , responsable de “Pesadilla en Elm Street 4” (1988, Renny Harlin) y “The Affair” (2014-, Hagai Levi y Sarah Treem). Las interpretaciones, aunque a medida de avanza la peli se van volviendo cada vez más exageradas, sobre todo la de Duke, dotan del suficiente realismo a una trama puramente “B” en la que la venganza y la histeria reinan. Duke no para de gritar y de chillar en una conversión de hombre a bestia y Melissa Leo, dulce y cariñosa, acaba sacando la heroína que esconde dentro. Por el camino, nos enseña las piernas, las tetas y el culo en una serie de primeros planos totalmente descarados. Sí, esto es lo que muchos esperaban ver y sí, la peli lo da.
Una historia alocada y puramente genérica bien llevada y dirigida por Joan Freeman, y sí, es una mujer, autora del guion junto a Robert Alden y a Diane Gorcianz, otra mujer. Algo que se nota en el retrato femenino de las mujeres y de la historia: ellas son las protagonistas, asistimos a sus conversaciones en partidas de cartas y confesiones de secretos. Mujeres con un oscuro pasado y atormentadas, presuntamente dependientes de los hombres, pero a la vez fuertes y con la capacidad de salir del infierno en el que viven. Una idea que se ve reflejada en la subtrama de aprendizaje de Cookie y Queen Bee, interpretada por Julie Newmar (la Catwoman de la serie “Batman” de los 60). Crudeza y realismo en una puesta en escena que huye de lo televisivo.
Roger Corman se apunta a un bombardeo y en esta ocasión se llevas a las chicas a la calle para que le lleven el dinero a casa, vendiendo su cine y explotando su talento.