HOLOCAUSTO VERDE

No todo ha sido placentero y lleno de gracia en este caluroso sábado de junio. Tumbado en el parque, mirando hacia el cielo, con los ojos entreabiertos, algunos rayos de luz atraviesan flores de cálidos colores. Ramas y sombras cerca de mi brazo derecho, olores a frutas, perfume de marca y dulces caricias. Esto fue antes, y fue maravilloso, hay veces que el tiempo se detiene si es que el tiempo existe y esta fue una de ellas. ¿Qué hora es? Han pasado tres horas que se esfumaron como el agua con jengibre de mi botella. Miro a mi derecha y desenfoco unos verdes ojos, y a media distancia árboles verdes, amontonados, pero por suerte sigue siendo un ambiente idílico. No voy a quedarme aquí todo el día aunque no me importaría.

Sí, me espera una cita también especial, abandono la arboleda del parque lleno de niños, familias, parejas besándose y me encamino al infierno verde, al holocausto de imágenes que me espera en la Sala Phenomena. Llego tarde, como siempre, porque me gusta caminar, así que peregrino hacía el cine. El de la entrada me da la bienvenida a la jungla y nada más entrar a la sala veo que tengo delante de mí a Ruggero Deodato, el director de Holocausto Caníbal (1980). La sesión es en su honor, y vamos a ver su película. Ruggero está delante de mí y no me deja pasar, está esperando a que todo el mundo entre en la sala IMG_20160625_212153 y, solo falto yo, o él. Ruggero presenta su película más emblemática, tiene 77 años y acaba de rodar una película que rebosa energía, ingenio, sentido del humor y confianza en sí mismo, está en plena forma. La sala es roja, tapizada en terciopelo; en unos minutos se convertirá en verde selvática y de nuevo en un rojo sangriento, rojo oscuro, muy italiano.
Recuerdo la leyenda que había cuando era niño acerca de Holocausto Caníbal. Todo el mundo hablaba de una película prohibida, que contenía imágenes de muertes reales, auténticos caníbales de la selva Amazónica que devoraban hombres. Todo filmado, todo real. Aún no conocía el término “snuff movie” (grabaciones reales de muertes, asesinatos, suicidios o cualquier tipo de crimen sin filtro ni efectos especiales), pero para un amante del cine de terror eso era algo que iba más allá de lo imaginable. Había gente que la había visto y decía que era realmente escalofriante. También decían que había un par de videoclubs en El Prat donde la podías alquilar bajo mano; tráfico ilegal de imágenes prohibidas. La culpa de tal leyenda la tenía un artículo publicado por la revista Interviú a principios de los ochenta en la que aparecían imágenes de la película y se daba por hecho que eran reales: se encuentran rollos de películas en la selva en la que se ve la muerte a manos de caníbales de cuatro reporteros. Esa es la trama de la película.

Artículo relacionado: http://absencito.blogspot.com.es/2011/11/mitos-de-la-espana-pop-holocausto.html

Es curioso, pero habían pasado ocho años de aquel reportaje y aún corría el rumor de que aquellas muertes eran absolutamente reales, ¿dónde estabas internet? Finalmente conseguí alquilar la cinta, no bajo mano, ya que estaba en la sección de pelis a 100 pesetas, y me dispuse a cruzar la frontera del mal, sumergirme en la zona oscura y prohibida, cometer un delito y ser cómplice de un horror total. Mi madre me preguntó: ¿Qué vas a ver?, y yo contesté: Una peli en la que unos caníbales auténticos se comen a unos tíos, a lo001_v88yl6 que ella respondió: Ya, seguro. La peli fue una total decepción, ya que nada de aquello era real. Por suerte. Incluso he de confesar que me pareció un tanto aburrida, especialmente la trama que se desarrolla en Nueva York con la crítica a los medios de comunicación. Pero todo el material “found footage” (material filmado como si fuera un documental) me pareció escalofriante, con imágenes muy crudas y espeluznantes como las muertes de los animales.

Vista hoy en día me parece una muy buena película de terror; y tras ver películas como Nightcrawler (Dan Gilroy, 2015) que hablan del sensacionalismo y el poder de los medios de comunicación, Holocausto Caníbal sigue teniendo una temática muy actual que nunca dejará indiferente a nadie y cuyo visionado produce escalofrío y repulsión a partes iguales. Dos cosas a destacar, una positiva que me encanta: la banda sonora de Riz Ortolani; dulce, seductora, nostálgica y dura, agresiva y terrorífica. Otra que hizo retorcerme en la butaca: el ensañamiento, tortura y muerte con los animales, puro !mondo”, muy desagradable y a la vez parte de la película.

Vuelvo a casa caminando entre edificios y algún amable árbol que me saluda y me sonríe. No todo el monte es orégano, no toda la selva es amazónica, quiero comerte y tú a mí también. Me duermo en el parque y despierto caníbal, otra vez.

PELIGROS EN EL MAR MEDITERRÁNEO: LOS TIBURONES DE ENZO CASTELLARI

Oficialmente ya terminó el verano. Las últimas brisas de aire caliente se resisten a abandonarnos cuando el mes de octubre cuenta sus últimos días. Una vez llegado noviembre no habrá ninguna duda: nuestros cuerpos flotando y sumergiéndose en las aguas del Mediterráneo quedarán en  un recuerdo agradable, la nostalgia en el puesto de trabajo (quién posea uno) confundirá el azul de la pantalla del ordenador con el del brillante mar. Reflejos de una puesta de sol de hace poco más de un mes que nuestras gafas filtraron cerveza en mano. (Des)preocupación de antaño. Pero también podremos decir que hemos sobrevivido a sus innumerables peligros. Peligros que acechan en sus aguas, no muy lejos de la playa. Escondidos en los arrecifes, a pocos metros de los fabricados malecones, a rebufo de la espuma que los motores de las lanchas nos regalan en la orilla, bajo los remos de los domingueros que se atreven con el kayak y por supuesto, con los inconscientes que se bañan de noche: alcohol, agua salada y movimiento de piernas para mantenerse a flote, plano subjetivo acuático que se acerca a ellos.

Este verano tuve la oportunidad de darme un baño nocturno en la playa de Llavaneres. No recuerdo el tiempo que no lo hacía. Sumergirse en el mar con la oscuridad de la noche y apenas la luz de la luna como guía es algo gratificante, como una especie de liberación dentro de una cárcel de agua. Sumergí mi cabeza en el mar para bucear hacia el abismo y Tiburón posterentonces me estremecí, sentí un pánico incontrolable. A mi mente llegaron recuerdos de unos tiempos en los que los tiburones acecharon nuestro mar, el mismo al que Serrat cantaba, el Mediterráneo. No regresaría a casa aquella noche, pensarían que me había ido de juerga, pero al día siguiente una versión charnega del jefe de policía Brody encontraría un brazo desgarrado, literalmente seccionado: “¿una hélice?”, preguntaría el ayudante del jefe de policía, tras vomitar su desayuno de huevos, bacon, judías y cuatro tazas de café. “No,  una hélice nunca haría una corte de ese tipo”, y desde el fondo, con voz grave de cazaya, camisa blanca con mangas remangadas y gorro de paja, un viejo marinero del Maresme, curtido en mil batallas,  mareas y subastas en el Puerto de Arenys de Mar sentenciaría con un cigarro en la boca y red en mano: “Eso ha sido un tiburón blanco, a principios de los ochenta ya tuvimos varios por la zona, lo recuerdo bien, y mi pierna más aun”, y se levantaría el tejano 10×10 viejo y desgastado dejando ver una cicatriz que recorrería toda la tibia; una extremidad sin músculo alguno, vacío, una especie de pata de palo formado por un hueso, el del propio marinero. “Suerte tuve que solo se llevó el músculo, aún puedo decir que conservé la pierna”.

Porqué a finales de los setenta y principios de los ochenta no solo en la costa del Pacífico bañarse en sus aguas era exponer la vida al acecho de un tiburón.  Por culpa del pistoletazo de salida se había supuesto Tiburón (Jaws, Steven Spielber, 194), el pánico y el temor hacia los escualos,como si de un virus letal se tratase, se había propagado por todo el planeta, de océano a océano, de mar a mar. Por supuesto en Norteamérica losTiburóno 2 bañistas sufrieron de lo lindo con la secuelas de la obra maestra de Spielberg: Tiburón 2 (Jaws 2, Jeannot Szwarc, 1978) y Tiburón 3-D: El gran tiburón (Jaws 3-D, Joe Alves, 1983)  y con variaciones como ¡Tintorera! (René Cardona Jr., 1977)  o Barracuda (Harry Kervin, Wayne Crawford, 1978) Pero los mordiscos llegaron hasta nuestras aguas, las de las apacibles y tranquilas aguas del Mare Nostrum. El mar que para los vascos es algo así como una piscina se convirtió, gracias al virus tiburón, en un lugar inhóspito mediante el esforzado y oportunista trabajo de directores italianos como Bruno Mattei, Lamberto Bava, Tonino Ricci y en especial al que dedicaré las siguientes líneas: el maestro Enzo Castellari.

Castellari es uno de los realizadores de género que junto a Lucio Fulci y Sergio Martino prácticamente han buceado por todos los géneros, subgéneros y xploits que se destilaban durante las casi cuatro décadas que nos deja su legado; western, poliziesco, bélico, thrilller, giallo, aventuras, horror, postapocalíptico, etc… Un auténtico todoterreno, con tanto talento como descaro, capaz de otorgar calidad y dignidad a cualquier xploit o despropósito que el productor de turno, ávido de sacar partido ecónomico de la moda del momento, le propusiera como reto. Castellari casi siempre salía victorioso.

Poster El cazador de tiburonesAbismo poster

De esta manera, cuando Spielberg dejó libre a su tiburón causando el pánico por todas las playas del mundo, en Italia y de la mano del bueno de Enzo nos llegaron dos joyitas de dicho subgénero que destacan sobre la media de los productos que se pergeñaron en los principios de los ochenta: la primera de ellas es El cazador de tiburones (Il cacciatore di squali, 1979), y a pesar de que la podemos incluir dentro de la moda del cine con tiburones se trata realmente de un xploit del filme Abismo (The Deep,  Peter Yates, 1977).  Escrita por Peter Benchley y basada en su propia novela, se trata de una película de aventuras en una isla caribeña en la que un jóven Nick Nolte y una bellísima Jacqueline Bisset buscan el tesoro que se esconde en un viejo galeón español hundido tras partir de Cuba. Esta cinta aprovechaba también el éxito de Tiburón ya que estaba basada en otra novela del mismo Benchley y repetía la presencia como protagonista de Robert Shaw en un papel similar al de la película de Spielberg. Destaca por la calidad y belleza de sus escenas acuáticas y por la siempre sugerente presencia de Louis Gosset Jr. Pero a pesar del status de película de culto y de su calidad técnica, su desarrollo es algo lento, en el que varias situaciones se repiten de forma continuada y redundante. El éxito que obtuvo Abismo animó la producción hispano-italiana de El cazador de tiburones que nos relata la aventura de Mike el americano, un tipo solitario interpretado por un Franco Nero con un look totalmente estrafalario; peluca rubia oxigenada con cinta, enorme mostacho y tejanos arremangados. Mike vive en una isla caribeña y se dedica a cazar tiburones cuchillo en boca que luego vende en el pueblo. La primera secuencia nos lo muestra esperando a que aparezca su víctima, un pequeño tiburón. Cuando este aparece, Mike se lanza a por él, y contemplamos una secuencia subacuática de la persecución y lucha entre los dos, entre el delirio fílmico y el documental de la 2 a pulmón limpio, la secuencia se alarga hasta que nuestro querido Franco vence al tiburón. Aquí quien da miedo es Franco Nero, no los tiburones.

Después la cinta se desarrolla como Abismo: existe un avión hundido con un maletín en el que se esconden cien millones de dólares: Mike sabe dónde está y el excéntrico Acapulco le ayudará; y por supuesto otros personajes con malas intenciones también querrán apoderarse del tesoro. Aquí es donde encontramos una de las diferencias puramente latinas respecto a Abismo. En la cinta de Yates el personaje de Bisset sufre amenazas y acoso por parte de sus enemigos, como pareja de Nolte y fràgil mujer, era una forma de avisar a Nolte de que dejase de buscar el tesoro. En la cinta de Castellari, Juanita, la novia de Mike, también sufre el acoso de Ramón, secuaz del capitán Gómez, hasta que en una secuencia tras intentar violarla la mata.

Peleas en un chiringuito de playa, secuencias subacuáticas aceptables, la presencia siempre estimulante de Eduardo Fajardo, la rídicula intervención de Mirta Miller, persecuciones en avión, toques de comedia, la banda sonora de Guido y Maurizio de Angelis entre hipnóptica, obsesiva y enfermiza y durante todo el metraje el aroma y el espíritu de Keoma (Enzo Castellari, 1976),  no es díficil encontrar los ecos de los eurowesterns y poliziescos rodados por la pareja Castellari-Nero en El cazador de tiburones, un duo más que dinámico que merecería un capítulo aparte. ¿Y los tiburones? Son cazados salvajemente por Franco Nero, y pasan de ser presas y víctimas a colaboradores de los héroes en el clímax final cuando todos luchan por conseguir el botín que se esconde en el fondo del mar. Un final irónico y agridulce extraido directamente de la última secuencia de El tesoro de Sierra Madre (The treasure of Sierra Madre, John Houston, 1948) cierra la película: dólares que vuelan hacia los brazos de los pobres isleños. La realización efectiva de Castellari sale a relucir en las persecuciones y peleas, así como en la secuencia de la paliza a Nero; cámara lenta, montaje rápido y ágil. A pesar de estar filmada en localizaciones de las costas mejicanas el espíritu es tan puramente Meditarráneo que podríamos encontrar a Mike el americano tanto en Torre del Mar (Málaga) como en Nápoles.

La segunda relación de Castellari con los peligrosos asesinos marinos es un asunto más serio y un auténtico clásico del subgénero: Tiburón 3 (L´ultimo squalo, 1981. Su título en España supone el colmo de la desfachatez  y el descaro, ya que su distribuïdor, José Frade, decidió aprovechar el tirón de la saga iniciada por Spielberg titulando al filme de Castellari Tiburón 3, adelantándose un par de años a la tercera parte de la saga original. Tan pancho y tan ancho se quedó cuando vió como las colas en los cines se formaban con incrédulos que se acercaban a ver nuevas aventuras en Amity Island. El engaño continuó cuando apareció en los videoclubs… pero menudo engaño más divertido.

Tiburón 3tiburon 3 d

Tiburón 3 es un auténtico delirio y deleite y es de sobra mucho más entretenida y divertida que la tercera entrega de la saga original. Un enorme tiburón blanco, el último de su especie acecha a los protagonistas que residen en una preciosa y tranquila isla del pacífico. Anticipándose a la tercera entrega, una competición deportiva, en esta ocasión de windsurf se convierte en el evento sobre el que el gran tiburón blanco y los personajes implicados vierten sus intereses y deseos. Aparece una mano amputada y comienzan las cábalas y suposiciones: el personaje de James Franciscus, un escritor que sería una fusión de los personajes de Richard Dreyfuss- tiene conocimientos de marina y es submarinista- y de Roy Scheider – en algunos momentos se comporta como el sheriff de la isla-, y el personaje de viejo marinero intrepretado por Vic Morrow – una copia descarada del personaje de Robert Shaw- avisan de que se trata de un tiburón, no recomendando la competición. Y por otra parte el personaje de Joshua Sinclair, el alcalde: egoísta e interesado, desea evitar la cancelación por todos los medios posibles del evento.

El evento se realiza, y a pesar de proteger la zona para evitar el posible ataque del tiburón, por supuesto, este se pone las botas, tomándola con uno de los jueces de la competición, que literalmente, lanza desde el agua hacia el cielo como si de un hombre bala se tratara.

Y desde este momento la cinta se convierte en una caza contra el tiburón, llena de brutales momentos gore, secuencias psicotrónicas y el espírtu cruel puramente mediterráneo. Como la secuencia en la que un equipo de televisión que pone trozos de carne en el muelle del puerto para atraer al tiburón y poder filmarlo, dando pie a otros de los momentos más salvajes y negros de la películas: un personaje cae al agua tras el ataque del tiburón al muelle, el resto de personas lo arrastran por los brazos y al extraerlo aparece seccionado por la cintura. Encontramos otro momento delirante cuando el alcalde decide solucionar el problema a su manera: escopeta en mano se dirigie en helicóptero a destruir al monstruo. ¿Alquien se imagina un momento así con un político en la actualidad?

La película mantiene el tono durante todo el metraje gracias al buen oficio de Castellari, que dosifica bien los momentos de aparición del tiburón trabajando bien la tensión y las Franco y Enzosecuencias de acción. En su contra juegan los descarados insertos de tiburones extraidos de documentales, especialmente en los planos en los que este muerde los trozos de carne, que a pesar de estar bien integrados a nivel de montaje, ni las texturas ni los niveles de luz se asemejan en nada, pero claro, esto es el Mediterráneo, más exactamente las costas de Malta y no un estudio de la Universal. Ingenio, astucia y picardía ante falta de medios económicos. Es posible que en el momento del estreno, en las salas de cine, tales trucos de magia o de montaje, según mejor se vea, fueran invisibles al espectador de antaño.

La sutilidad, el miedo fraguado a fuego lento que trabajaba Spielberg, lo sugerente de su propuesta, la lucha del hombre contra el monstruo, del bien contra el mal, el miedo a lo desconocido, todos y cada uno de los logros y méritos de la excepcional obra maestra de Spielberg se convierten aquí en un ataque frontal contra el espectador: piernas mutiladas, cuerpos seccionados, helicópteros que chocan contra el mar, un tiburón aún más grande y aun más horroroso, mucha crueldad,  y de nuevo, la banda sonora de los hermanos de Angelis; inspirada como no en la de John Williams, que acompaña de manera obsesiva los continuos ataques del último tiburón que aterrorizó el Mediterráneo.

La película se cierra con una secuencia absolutamente bizarra, el gran tiburón muerde al personaje de Vic Morrow que ya muerto, lleva una carga de explosivos en su cinturón (elemento que aparece en Tiburon 3D, ¿quién copia a quién?), momento que aprovecha Franciscus para activar la carga partiendo en dos mitades al tiburón. Tal cual.

Hasta el verano que viene podemos respirar tranquilos, mientras que en las aguas más cálidas de otros continentes acechan los peligros del mar, esperando a que el calor vuelva a las costas mediterráneas y nuestras piernas vuelvan a chapotear, plano subjetivo subacuático que se acerca a ellas….

DEMONIOS EN LA SALA DE CINE. DEMONS DE LAMBERTO BAVA (Y DARIO ARGENTO)

Así presentaba Juan Luís Goas la película Demons (Dèmoni, Lamberto Bava, 1985) la noche del domingo  19 de agosto de 1990 (wikipedia dixit):

Goas, en su tono caracterítico de distantanciamiento y gélido misterio, se muestra especialmente contundente y duro con la película al inicio de su presentación, por muy tarde que fuera la hora a la que se emitió la película su aviso hacia los estómagos delicados está bastante justificado: Demons es una película asquerosa, ultraviolenta y con altas dosis de gore. Pero tal y como remata al final de su intervención, en lo que supone un halago hacia el film, no se trata ni más ni menos que un entrenimiento, trash, desmesurado, rocambolesco y pasado de vueltas, pero un puro y duro disfrute.

Antes de ver la película yo ya tenía grabada en mi mente la imágen publicitaria de la película: unos tipos a contraluz con garras en cuyos oscurecidos rostros destacan unos iluminados ojos.  Se acercan a nosotros dejando ver unos haces de luz a sus espaldas, y encima de ellos la leyenda: Poster Demons“…harán de los cementerios sus catedrales y de las ciudades vuestras tumbas.” Los carteles de las películas durante mucho tiempo y para un gran número de películas, especialmente cintas de terror, acción y aventuras, fueron el principal y único reclamo publicitario que podían ofrecer al público que se acercaba a las salas de cine y sobre todo a las estanterías de los videoclubs. Sin internet, muy poca publicidad en televisión y el merchandansing destinado exclusivamente a superproducciónes de Hollywood, un cartel espectacular, bien dibujado y una frase desafiante hacía posible que cualquier bodrio o subproducto atrajera nuestra atención: la sorpresa o decepeción llegaba una vez te sentabas delante del televisor y la cinta comenzaba a rodar; te habían dado gato por liebre. Te la habían vuelto a dar con queso una vez más; los actores no se parecían en nada a los del poster, las chicas no estaban tan buenas y del helicóptero, ni el lejano sonido quedaba. En el caso de Demons el cartel  está totalmente a la altura de lo que vamos a ver mostrándonos uno de los momentos más conseguidos de la película, y si engaña en algún aspecto es en omitirnos la ingente cantidad de atrocidades y de actos de crueldad demoniaca que nuestros ojos, no tan inocentes, van a presenciar.

Y al rec le di para grabar. No sabía mucho de Lamberto Bava, a penas que era el hijo de Mario Bava, pero si sabía quien era Dario Argento; gatos de nueve colas, pájaros de plumas de cristal y sangre de color rojo muy oscuro. A pesar de que por aquella época ya me había enfrentado a disparates descomunales y apoteósis de vísceras y gore con clásicos como Re-Animator (Re-Animator, Stuart Gordon, 1985)  y Mal gusto (Bad Taste, Peter Jackson, 1987), la cinta italiana me sorprendió e impactó absolutamente: todo tipo de desmembramientos, altas dosis de terror, música heavy, crueldad puramente italiana y además todo sucedía en una sala de cine.  Algo así como un festival sin ser carnaval. Me apresuré a compartir mi descubrimiento con mis hermanas y mis compañeros de colegio, y desde ese día me pregunté: ¿cómo sería ver esta película en el cine?

Veintitrés años después, una secuela por el camino –Demons 2 (Dèmoni 2…l´incubo ritorna, Lamberto Bava, 1986)- e infinitos visionados de la original, Nacho Cerdá me da la oportunidad de revisar Demons en una sala de cine gracias a una de las sesiones del Phenomena Grindhouse, en versión doblada al castellano y con mucha gente. Esta vez la presentación corre a cargo del crítico Sergi Sánchez que actualiza el discurso de antaño empleado por Goas: han pasado más de dos décadas, la nostalgia entorno del grindhouse baña su interesante explicación, nosotros hemos crecido pero el sentimiento y el deseo de pasarlo bien es el mismo, qué digo, es mayor aún, no cada día uno tiene la oportunidad de sumergirse en una experiencia como esta: ver demonios en una sala de cine.

La película va oscilando entre dos deseos y dos sentidos: por una parte quiere ser una película de terror, quiere asustar y sorprender, pero por la otra quiere ser un espectáculo de desmadre gore y de violencia extrema. La primera secuencia pone las cartas sobre la mesa; una chica se queda sola en la estación de metro, se atemoriza y unos pies la persiguen, un peligro la acecha, la música nos acompaña con su pánico que finalmente se resuelve en una falsa alarma: un regalo de dos entradas para ver una película de terror por parte de un tipo siniestro con máscara. Siempre me ha hecho gracia este principio y en general todos los principios de las cintas de terror en las que quieren asustarte en el minuto uno: no lo consiguen. La segunda parte si la consigue.

Moto y katanaCareta en chica morena

Ahora nos encontramos con la parte más interesante de la película, y que vista hoy en día me sigue gustando muchísimo, no por su originalidad pero si por su consecución. Los invitados se dirigien al cine Metropol, en el hall del cine hay varios posters de películas de terror (con alguna de Argento incluida), una motocicleta con un muñeco que lleva una katana en una mano y en la otra una máscara de demonio, ¿homenaje al film de su padre Mario Bava La máscara del Demonio (La maschera del demonio, 1960)? que una chica negra bromenado se pone haciendose una herida en la cara. Y comienza la película que han ido a ver. Se trata de una película de terror puro y duro: dos parejas de jóvenes entran en cementerio, profanan la tumba de Nostradamus!, y encuentran la misma máscara que había en el hall del cine, uno de los chicos se la pone y también sangra. Mientras, otro de los chicos lee un pergamino que supone una profecía; quien se ponga la máscara se convertirá en demonio y traerá consigo el apocalipsis.

Esta parte es muy interesante ya que Bava juega  con diferentes puntos de vista sobre la película de terror que se está viendo: en algunas ocasiones vemos planos generales de la sala de cine con la película proyectándose al fondo, en otras ocasiones vemos a los espectadores viendo la película, toda una fauna variopinta de individuos; una pareja de jóvenes tortolitos enamorados, una pareja madura en su aniversario, dos parejas de jóvenes que aprovechan para ligar, un ciego con su mujer y el amante de ésta que sigiloso se acerca buscando un encuentro sexual, un macho man negro acompañado por dos exhuberante hembras también de color recién sacados de un Harlem romano. Y por último nuestro punto de vista ya que Bava nos muesra la película que ellos están viendo en primer término, convirtiéndonos en unos espectadores más de la sala de cine Metropol en la que  a la postre se desencadenará el terror. Esta secuencia en la sala de cine se convierte en un momento de delicioso metalenguaje cinematográfico muy interesante y divertido gracias al sentido del humor de los personajes: en un apunte constante, y que he de reconocer que de pequeño no había identificado, los personajes son conscientes de que están viendo un xploit de terror, hacen comentarios graciosos y se mofan de la película, comentarios que provocaron las carcajadas de todos los que nos encontrábamos en la sala de cine, convirtiéndonos en cómplices de los personajes. Es más, la cinta ironiza lo suficiente consigo misma como para que los personajes sean también conscientes de lo que son: puras caricaturas estereotipadas con reacciones exageradas, frases imposibles y acciones desmesuradas, lo que da equilibrio al ultragre desmesurado que recorre el metraje.

Finalmente la profecía de la película que están viendo se hace realidad y al igual que en en ésta, la chica negra se convierte en demonio mediante una transformación repleta de pus verde fosforito y uñas que se descarnan dando paso a garras infernales. Asquerosamente divertido.

La otra demoniaLa demonia

Hay infinidad de películas en las que los personajes se situan en una sala de cine e interactúan con la pantalla y la ficción mostrada, desde la La rosa púrpura del Caíro (Purple rose of Cairo, Woody Allen, 1985) con personajes que salen de la pantalla hacia el mundo real, hasta El último gran héroe (Last action hero, John McTiernan, 1993) utilizando a personajes del mundo real que entran en el mundo diegético de la pantalla. Pero sobre todo tenemos la brillante Angustia (Bigas Luna, 1987), uno de los experimentos formales más originales y coherentes en este sentido. Posterior a Demons en dos años, formula toda su estructura narrativa y visual en la dialéctica entre los espectadores de un cine, la película de terror que están viendo, su punto de vista y el nuestro; aquí de nuevo la película visionada por los espectadores en la sala de cine actúa como profecía que se traslada del universo de la ficción de la pantalla a la realidad de la sala de cine.

El final de este capítulo de metalenguaje nos regala una de las mejores imágenes de la película: una de las chicas negras que ha sido atacada  por un demonio se contorsiona de dolor detrás de la pantalla de cine. En la pantalla se proyecta el asesinato de una chica, los gritos de la chica negra se funden con los gritos del personaje de la pantalla en un estremecedor efecto sonoro, la chica se abalanza sobre la pantalla deformándola, de manera que parece que recibe las puñaladas que la película que se está proyectando. Finalmente la pantalla se quiebra y la chica cae al suelo ante los atónitos espectadores.

Muerte tras la pantalla 2Saliendo de la pantalla

Varios años más tarde Wes Craven y su guionista Kevin Williamson recuperan la idea de unos personajes en una sala de cine y copian/homenajean la imágen de la chica muriendo ante la pantalla para Scream 2 (1997): en un ejercicio de metalenguaje  aun más sofisticado y muy original los espectadroes asisten a la proyección de la película de terror inspirada en los hechos acontecidos en la primera parte de la saga, disfrazados del asesino de Scream: vigila quien llama (Scream, Wes Craven, 1996), los especaores ríen, gritan, agitanando sus puñales de plástico y no caen en cuenta que una chica, negra también, es asesinada realmente ante la pantalla y ante sus ojos.

La sombra de Argento planea constantemente durante la proyección y especialmente durante la primera mitad de la película y sobre todo en toda la acción que sucede en el anfiteatro con el triángulo de personajes que forma el ciego, su mujer y su amante, en estaSuspiria poster ocasión el cocinero es Lambert Bava y el ladrón Dario Argento, o puede que sea alrevés. La secuencia está bañada de una luz roja irreal que sumada a la oscuridad de la sala de cine y a los destellos de luz azul que emana el proyector crean una atmósfera fantasmagórica que recuerda a la obra maestra de Argento Suspiria (1977).  A este trabajo a nivel visual hay que sumarle la banda sonora de Claudio Simonetti que al igual que en Suspiria y otros trabajos de Argento  tiene en las endiabladas melodías de rock progresivo de Simonetti (antiguo miembro de la banda Goblin), repletas de sonidos sugerentes y graves estruendos un acompañamiento magistral que crean confusión y eleva los crímenes vistos en pantalla hacia el barroquismo más delirante.

Otro de los elementos presentes en la cinta que recuerda a Argento – y que es intrínseca al cine italiano de género, pudiendo perfectamente incluir al cine español también- es la crueldad despiadada a la hora de mostrar las muertes y ejecutarlas, en especial el ensañamiento con el personaje invidente, violento acto que ya aparecía en Suspiria cuando el pianistsa ciego era atacado por su perro lazarillo; no basta con matarlo sino que un demonio le hunde sus garras en los ojos haciendo puré de ellos. De esta manera presenciamos evisceraciones, cabelleras que son arrancadas, humanos literalmente abiertos y de los que surgen demonios, decapitaciones, y mucho líquido viscoso y fosfórito; el gran color de los años ochenta gracias al ácid house, el blani blup y el suero de Herbert West en Re-Animator.

Ciego en SuspiriaCiego y sin ojos

Y para terminar con Argento dos planos que lo homenajean y copian: el primero es la imágen de la mujer del ciego y su amante colgados de una cuerda mientras son literalmente forzados a besarse destrozando sus caras por parte de un demonio, plano insipirado en una de las muertes de Suspira, y la segunda es el momento en el que vemos a una de las protagonistas de cara y que está filmado exactamente de tal manera que al agacharse nos muestra un demonio que estaba situado tras ella y que está copiado de uno de las escenas finales de Tenebre (1982) y de la que Lamberto Bava fue director de la segunda unidad.

Forzados a besarseColgada en Suspiria

De cara en TenebreApareciendo desde detrás en Tenebre

Homenajes, imitaciones, copias, sugerencias, imposiciones…

Después de todo esto llega la debacle, el asedio por parte de los demonios convirtiendo a la cinta en un slasher grotesco y hardcore. Muertes, más muertes y un surtido de secuencias psicrotrónicas y delirantes como la de los punkies y la cocaina, y mis dos favoritas; la matanza en moto y katana en mano por parte del protagonista con el tema Fast as a shark de la banda Accept (sugerencia de Argento) y por último la inesperada aparición de un helicóptero –esta vez sí, el helicóptero existe- que destroza el techo y cae en la platea del cine.  Fuera, mientras nuestros personajes luchan, el apocalipsis se ha desatado y la tierra ha sido invadida por demonios, dando a pie a una futura Guerra Mundia Demonio (World War D)…

Pobre BobbyHelicóptero

Ver Demons en una sala de cine ha sido una experiencia terriblemente divertida. Varios de los temores que me han acompañado hasta ahora y me inquietaban se han desvanecido: nadie se ha convertido en demonio, he podido salir de la sala de cine y fuera todo sigue igual, afortunada o desgraciadamente, nada ha cambiado.

DESTROYER BRAZO DE ACERO

Mucho más que un xploit de Terminator

Barcelona, año 1988.

Acabo de ver Teminator (The Terminator, James Cameron, 1984) por cuarta vez consecutiva en un solo fin de semana antes de devolverla al videoclub. ¡Y todavía estoy en estado de shock! Es una película que se te queda grabada por muchos motivos: su historia, Destroyer videoclubel papel de Schwarzenegger y su progresiva transformación en un robot, la paradoja temporal que plantea, sus fantásticos efectos especiales; su impacto dura un tiempo…

Y una de esas tardes que entras al videoclub más cercano a tu casa ves un cartel impresionantemente espectacular, obra del ilustrador Renato Cassaro, que muestra un tipo furioso con una ametralladora futurista y un gran brazo musculado que a su vez es un brazo biónico, lleno de circuitos informáticos y metal. Se titula Destroyer (Brazo de acero) y ¡tiene mejor pinta que Terminator! Ahora es cuestión de paciencia, algún día la podré alquilar…

Vemos un antebrazo totalmente desgarrado y lleno de sangre, sus dedos se mueven y nos muestran los hierros mecánicos que los articulan, mientras unas tijeras limpian restos de sangre y piel alrededor de la herida. Una secuencia desagradable y fascinante a la vez.

Brazo de Peter QueruackBrazo en terminator

¿Es una secuencia de Terminator?

Un tipo musculado con chaleco junta la palma de su mano con la de un tipo gordo, fuerte, calvo y con barba para realizar un pulso rodeado de gente que grita, vitorea y apuesta. El pulso es vibrante y emocionante, el que gane será el mejor del estado.

Pulso en DestroyerPulso en Over the top

¿Es una secuencia de Yo, el halcón (Over the top, Menahem Golam, 1987)?

Una mujer alta, delgada y rubia, vestida con un top blanco y una falda de plástico transparente ataca a un hombre. Con sus largas piernas intenta estrangular el cuello del hombre, se libra una violenta lucha a muerte, la mujer que resulta ser un robot acaba muerta.

Atrapado en BladeAtrapando a Peter

¿Es una secuencia de Blade Runner (Ridley Scott, 1982)?

Un hombre que huye provisto con una ametralladora se atrinchera en una vieja fábrica mientras la policía lo tiene totalmente acorralado. Después de un fuego cruzado, la única persona en la que confía entra en la fábrica para convencerlo de que se rinda.

Final de DestroyerRendición de Rambo

¿Es una secuencia de El acorralado (First blood, Ted Kotcheff, 1982)?

Las respuestas a todas estas preguntas es sí, pero en este caso todas son secuencias que aparecen en Destroyer (Brazo de acero) (Hands of steel/Vendetta dal futuro) dirigida por Martin Dolman, pseudónimo del director italiano Sergio Martino en el año 1986… ¡qué por supuesto conseguí alquilar y disfrutar!

TerminatorLos italianos fueron los grandes maestros europeos del cine de género durante varias décadas, especialmente durante los cincuenta, sesenta y  setenta con géneros como el terror, el western, el giallo, el bélico, de aventuras, espionaje, el péplum, polizziesco, erótico… hasta que a principios de los ochenta y una vez que todos estos géneros populares iban expirando, su industria cinematográfica disminuía y se producía un auge del cine mainstream americano. Ahí empezaron   a plagiar, o mejor dicho a explotar de forma descarada, todos y cada uno de los grandes éxitos del cine americano. Afortunadamente no se salvó ninguno: Tiburón (Jaws, Steven Spielberg, 1975), La guerra de las galaxias (Star wars, George Lucas, 1977), En busca del arca perdida (Raiders of the los ark, Steven Spielberg, 1981), Piraña (Piranha, Joe Dante, 1978), la australiana Mad Max, salvajes de la autopista (Mad Max, George Miller, 1979), y como no Terminator.

Tras cada éxito de taquilla del cine americano los avispados productores italianos se apresuraban a lanzar un exploit para aprovechar el tirón del original. Como ejemplo, tan solo de un éxito como Tiburón los transalpinos nos regalaron El devorador el océano (Shark: rosso nell´oceano, Lamberto Bava, 1984), Tiburón 3 (L´ultimo squalo, Enzo G. Castellari, 1981), El cazador de tiburones (Ill cacciatore di squali, Enzo G. Castellari, 1979), La noche del tiburón (La notte degli squali, Tonino Ricci, 1988)…

tiburón 3el cazador de tiburones

Y aquí es donde entra Destroyer, brazo de acero del gran Sergio Martino. Aparentemente nos encontramos con un xploit puro y duro de Terminator: en un futuro cercano (¡¡1990!!) los altos niveles de contaminación, la radioactvidad y la lluvia ácida han convertido el planeta en un lugar inhóspito y desolado, un mundo postapocalíptico. Las primeras imágenes  que vemos definen perfectamente  el tipo de película ante el que estamos: imágenes de una gran fábrica expulsando humo por sus chimeneas, varios planos de un suburbio americano similar al Bronx, calles con edificios destruidos, planos de indigentes reales por las calles, mientras el audio nos explica la situación del planeta con el bonito acompañamiento musical de Claudio Simonetti , y aparece un plano de las afueras de un edificio típico neoyorkino con unos tipos con ametralladoras que custodian la entrada. Esta es la visión del planeta destruido por la contaminación por parte de Martino: planos robados y puede que incluso algunos de archivo magistralmente montados, la magia del cine.

Peter Queruack es un cyborg programado por una corporación para matar al Dr. Mosley, el líder de una movimiento ecológico que ha conseguido movilizar al pueblo para que luche contra las corporaciones que han dejado el planeta en el estado en el que se encuentra ahora.  Pero en el último instante, cuando Queruack ejecuta el golpe mortal con su brazo mecánico un fugaz pensamiento recorre su cerebro y se arrepiente, no mata a Mosley y comienza una huida. El FBI y la corporación que lo creó le persiguen, unos para detenerlo por el intento de homicidio de Mosley, los otros para que no les delate en caso de ser capturado.

En este caso, el cyborg/terminator no es enviado desde el futuro, sino desde el mismo presente para como en el caso de la película de Cameron, terminar con la vida de un líder, en este caso de un movimiento ecológico contrario a los intereses de una gran corporación, se trata de un detalle perversamente interesante, que a su manera supone una crítica al exagerado progreso industrial.

Queruack es un cyborg creado a partir de un soldado americano muerto en conflicto de guerra, apunte que se avanza varios años a Soldado universal (Universal soldier, Roland Emmerich, 1992), película que también es un auténtico exploit.

Y en su huida Queruack, interpretado por el musculoso Daniel Greene llega hasta Arizona buscando su auténtica identidad. Encuentra cobijo en un bar de carretera regentado por la rubia y ¿guapa? Linda, interpretada por Janet Agreen. A este bar acuden a diario camioneros sudorosos y machotes a comer y beber pero sobretodo a retarse a pulsos y a apostar. Y aquí es donde Destroyer se fusiona con Yo el halcón, el taquillazo interpretado por Stallone el mismo año que Destroyer. El exploit se manifiesta de forma descarada en el personaje de Anatole Blanco que reta a Queruack y que está calcado al Bob “Bull” Hurley de la película de Menahem Golam.

Pero toda esta parte de la trama tiene un aire que recuerda al spaguetti western: los desafíos en el salón, el paisaje desértico de Arizona, los personajes sudorosos y la crueldad de los enemigos de Queruack: los sicarios que trabajan para John Saxon, el otro gran acierto del casting. En una secuencia, el personaje interpretado por George Eastman, otro malo malísimo del cine de género italiano de siempre, engaña vilmente a Queruack haciéndole creer hay que rescatar a unos niños de un acantilado, este se ata a la cintura la cuerda que tirará desde el remolque de una camioneta. Los ruidos de llanto de los niños resultan ser una cinta en una grabadora, y en ese momento Eastman aprovecha para subirse a la camioneta y arrastrar a Queruack por el desierto y dejarlo abandonado y colgando por los pies: pura crueldad al estilo spaguetti que Sergio Martino ya había trabajado en  Mannaja (1977).

Y llega la secuencia que copia sin remordimientos a Terminator, Queruack manipula su brazo desgarrado en un plano calcado al de Schwarzenegger, y a pesar de tratarse de una película de bajo presupuesto el efecto está más que conseguido.

Pero hay dos películas más que se suman al xploit de Destroyer: la primera es Blade Runner, que además de la secuencia copiada de la replicante/cyborg que ataca e intenta estrangular con sus piernas a Queruack al igual que hacía Daryl Hannah a Harrison Ford en la película de Scott, su esencia sobrevuela la trama principal de Destroyer; el cyborg que se plantea quien es realmente y busca respuestas, en este caso quiere saber si es un hombre o simplemente una máquina, y finalmente se enfrenta a su creador en un final estremecedor. Final que por otra parte copia el de El acorralado: la huida, el asedio por parte de la policía (y de los sicarios de la corporación), el atrincheramiento metralleta incluida, y la persona de confianza que llega para hacerle entrar en razón, en este caso Linda, su amada. Y si en la película con Stallone, este hacía una reflexión sobre su papel en la guerra y en la actual sociedad, en Destroyer, la reflexión por parte de Queruack es sobre su identidad, porqué quizás nunca llegó a ser un hombre. Auténtica filosofía exploit sin concesiones, contundente y directa.

El acorraladoBlade Runner

Tal despropósito argumental y cóctel de copias no solo funciona bien sino que es divertido, vibrante, tiene un ritmo endiablado y sobresale de la calidad media de los xploits italianos ochenteros. ¿Por qué? Sobre todo por el trabajo de su director Sergio Martino, uno de los más interesantes y talentosos directores italianos que prácticamente ha tocado todos los géneros y subgéneros habidos y por haber y que demuestra su oficio y experiencia, haciendo que el cóctel esté más que bien agitado y servido.

Como dice la canción de U2 Even better than the real thing.                ¡Viva Italia!