Voces en tu mente.
Con gran esfuerzo llevo días intentando ver una de las primeras películas protagonizadas por Chuck Norris. Exactamente la que inaugura la década de los ochenta; y la que le catapultaría a la fama y al olilmpo de los héroes musculados. Mito de la Cannon y protagonista de los cien mil y un millones de chistes sobre su aparente dureza, fuerza ybrutalidad. La película se titula Duelo Final (The Octagon, 1980, Eric Karson) y hasta el momento, y me refiero a los primeros veinticinco minutos de visionado, lo que más me ha llamado la atención es la voz en off del personaje interprestado por Chuck. De manera obsesiva y con un eco pesadillesco lo acosa con pensamientos relacionados con ninjas del pasado y con peligros que lo acechan y a la vez le animan a sacar la katana del polvoriento baúl en el que duerme, escondida tras la última guerra mundial, para hacer justicia una vez más; esperemos la última. Mi intención no es hablar de esta película sino de esa voz en off que desde hace meses invade mi subconsciente para recuperar el título que deseo catalogar: Fuerza 7, Fuerza 7… Una edición en blu-ray siempre es una buena excusa para ponerse los pantalones de pana, la camisa de cuellos gigantes y la chupa de cuero marrón. Volver a los setenta cuando apenas tenía dos años, salir a las calles de San Diego o encerrarse en un gimnasio para entrenar. Todo con tal de acabar en un ring.
Fuerza 1 o Fuerza 7, siempre Fuerza.
Una grabación de madrugada y algún que otro alquiler a cien pesetas habían convertido esta pequeña película en una de mis cintas más queridas de la infancia: Fuerza 7 o Fuerza 1 (A force of One, 1979, Paul Aaron), que importa que número de fuerza fuese, al principio fue 1 pero con el tiempo ha subido a 7. Seguramente si le preguntan a Chuck querría que fuera al menos 10, como las de Navarone.
La primera secuencia de Fuerza 7 nos regala un plano secuencia que parece extraído de Paranoid Park (2007, Gus Van Sant); un skater mucho más cool que los que pululan por el CCCB recorre las calles de San Diego hasta llegar a un almacén. Dos polis “fuera de servicio” le persiguen, llegan a un almacén, un encapuchado experto en artes marciales les aniquila. Las alarmas saltan en el cuerpo de policía y el caso se convierte en la prioridad de un grupo de oficiales que dolidos por la muerte de su compañero convierten este caso en algo más que una batalla personal; se convierte en un asunto familiar. No es Manhattan, no es Canción triste de Hill Street, pero el look de los policías es totalmente setentero: pantalones de pana acampanados, jerseys de cuello alto, abrigos largos de piel, zapatos con tacón, grandes mostachos… y la reina de la función: la bella Jennifer O´Neill, espigada y de cuello largo como un cisne, pelo corto y look posthippie en el trabajo, pero que de noche y acompañada por Chuck luce un vertiginoso vestido negro cuando asiste a un cocktail, anuncia que los ochenta están al caer….
Pero… esto es sobre todo una película de Chuck Norris, ¿no? Si! Queremos hostias, queremos patadas, queremos miradas desafiantes, respuestas rápidas, camisas tejanas arremangadas y latas de cervezas, un trago y a la basura. Pero aún falta tiempo para eso; aún no han llegado a su vida los padrinos Golan y Globus, y Chuck aún es joven y… delicado. Con pelo rubio, corte de pelo a lo Parchís y cuidado mostacho, Chuck, exagente de las Fuerzas Especiales, regenta un gimnasio en el que enseña artes marciales a la vez que se entrena para defender el campeonato del mundo de Kárate.
Y aparecen las drogas, algo que Chuck odia. La policía le pide ayuda, quiere que entrene a sus hombres. En este momento entran en contacto Chuck y Jennifer y es cuando realmente comienza la película. Hay una trama de asesinatos, tráfico de drogas, policías corruptos, contrincantes y aspirantes al cinturón de campeón del mundo que realmente son sicarios de la mafia… en fin, una serie de elmentos que combinados conforman un guión que resulta mínimamente digno y disfrutable…
Chuck comprensivo, Chuck cariñoso
Pero Fuerza 7 es realmente la historia de amor entre un hombre y una mujer que tras su fachada de personajes duros esconden almas débiles y caritativas. Mientras viajan en coche Chuck explica a Jennifer como adoptó a su hijo Charlie, un chico de color tras morir su madre drogadicta. Chuck asalta a Jennifer en la calle, la invita a cenar y a un plan romántico: una pelea en directo de kárate. Pero el momento culminante llega cuando la tragedia irrumpe de forma implacable en sus vidas. Asesinan al hijo de Chuck así como a dos compañeros policías de ella. Las lágrimas de Jennifer vuelven a aparecer, inundando la pantalla y amenazando con desbordar mi televisor: “Ellos eran mucho más que compañeros, eran mi familia”. Chuck comprensivo, dulce y cariñoso se frota las manos ante esa mujer, hasta hace unos segundos una dura mujer policía, ahora simplemente un ser maravilloso y desvalido. “No se que decir” responde él, ella le mira. Pura sinceridad.
Hay batalla final, maravillosamente coreografiada por el mismo Norris. Cuando llegan los créditos asistimos por fin al ansiado momento. Se miran y se abrazan. La noche y los primeros apuntes del alba dejan a la pareja a contraluz. Parece una imagen fija, como si únicamente los créditos se moviesen. Pero si te acercas a la pantalla puedes ver como sus labios se acercan y se besan. The End.